
Después de varias tormentas….que venga ya la calma!
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia
“Sabemos que a nuestra hija le pasa algo. Está triste y cada vez come menos. Se encierra en su cuarto y cuesta comunicarse con ella. ¿Qué podemos hacer?”, me preguntan los padres de Sofía que acaban de entrar en la consulta. Les respondo que el primer paso ya lo han dado, venir a hablar con un psicólogo especialista. Se les nota muy preocupados porque empiezan a creer que le está afectando física y psicológicamente.
Se interesan por los indicios de un posible trastorno alimenticio y les empiezo a detallar las señales más importantes.
Los padres de Sofía han ido asintiendo mientras enumeraba las señales de alarma y se miraban entre ellos. Me dicen que reconocen algunos de los síntomas y que ¿cuál es el siguiente paso a dar? Les digo que es absolutamente necesario que Sofía empiece un tratamiento especializado con un equipo multidisciplinar. Y les hablo de la vital importancia de su actitud, la de toda la familia, ante el trastorno. Es crucial que todos se involucren, que la protejan, que la vigilen y que sean muy comprensibles. Es el camino para que la evolución sea favorable y la ayuden a salir de ese estado tan poco deseable.
Una vez realizado el diagnóstico, con la evidencia de que hay un trastorno alimentario, hay que realizar un plan de reconducción de las rutinas y de la vida de los afectados. La aparición de este trastorno conlleva además la alerta y la colaboración de toda la familia, amigos y el ámbito escolar. Son parte activa en la lucha contra esta enfermedad.
Haciendo de todos estos factores una armonía, junto a la esencial psicoterapia, el camino del trastorno se va liberando de piedras en el camino. Y se acerca al objetivo: una pronta recuperación.
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Los datos ponen los pelos de punta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 1.000 millones de personas en el mundo viven