
Después de varias tormentas….que venga ya la calma!
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia
Y septiembre llegó. Ojalá empiece a aflojar el calor y empeñémonos en sacar la energía de donde sea porque el año escolar prende los motores y tenemos que estar listos. Hay ganas de ver a los compañeros de volver a las rutinas y, por otro lado, nos cuesta dejar atrás las vacaciones.
No todos vivimos esta reentré de la misma manera. Lo que, si ha de ser igual para todos, sin excepción, es el NO con mayúsculas al acoso escolar. No hay excusa para dejar que estas agresiones pasen, para no luchar contra este ogro y, por supuesto, jamás miremos para otro lado. Si lo haces, estás contribuyendo a que este problema tan grave se naturalice. Simplemente es un cáncer que ni queremos ni podemos permitirnos.
El acoso escolar no es solo una burla escolar o diferencias entre alumnos. Intervienen muchos factores y todos ellos son nocivos: el daño físico hacia una persona (por ejemplo, golpear, patear, empujar) o burlarse, excluir, y/o difundir rumores sobre una persona; la victimización ocurre repetidamente en el tiempo, y también hay que tener en cuenta que las víctimas no tienen igual fuerza o poder que el acosador.
El acoso escolar es una agresión y victimización intencionada que tiene lugar durante un periodo de tiempo prolongado, en el que existe un desequilibrio de poder entre el agresor y la víctima. A menudo, otros alumnos del mismo centro escolar son conscientes del acoso, pero no lo denuncian por miedo a ser la siguiente víctima.
El acoso suele implicar a más de uno, ya sea un grupo de niños que causa el acoso o un grupo de niños que lo presencian. Hay cuatro roles diferentes de participantes en el acoso: asistentes del acosador, aquellos compañeros que se agrupan y que colaboran con el acosador; reforzadores del acosador, aquellos compañeros que desempeñan un papel alentador en el acoso, como por ejemplo riendo o animando o proporcionando un refuerzo positivo; extraños, compañeros que se retiran de la situación y, por último, defensores, compañeros que intentan apoyar y ayudar a la víctima (Maunder & Crafter, 2018).
Según el National Centre Against Bullying:
Desafortunadamente hay que vivir con la alerta puesta. Estamos lejos de saber qué hacer en cada momento y de cómo evitarlo. Pero si hay protocolos que funcionan y que ayudan y mucho a informar y reducir las altas tasas de acoso. Por ejemplo, prevenir y detectar los casos de ‘bullying’ solo se puede lograr si todos nos involucramos. Especialmente los centros educativos y las familias. Hay que sembrar y promover valores tan importantes como la empatía y el respeto. Y que quede muy claro que denunciar no es ser un chivato. Denunciar es luchar contra algo tan pernicioso como las agresiones que suponen el acoso. Es apostar por la integridad física y psicológica de nuestros niños y jóvenes y, sobre todo, tener la gran satisfacción de que nadie va a poder contra una educación y crecimientos sanos, donde el abuso no tiene cabida.
Y no olvidemos que el acoso escolar no se manifiesta solo en los centros educativos. Este mal que nos afecta y se extiende cada año se expande por múltiples canales. No acaba cuando suena la campana. Además de lo que pueda pasar en los confines del colegio, se suma lo que suceda en las redes sociales, fuera del horario lectivo y lejos del alcance de los profesores y, muchas veces, de las familias.
La amenaza es seria y se infiltra en el ocio y en las 24 horas al día de nuestros hijos. El incremento del uso de los dispositivos digitales ha tenido como consecuencia un crecimiento significativo del ciberacoso en redes sociales como, Instagram, Tik Tok o WhatsApp hasta el punto de suponer más del 20% de este tipo de agresiones.
La edad de acceso a estos terminales tampoco ayuda: los menores hacen uso de su propio móvil, de media, a los 12 años y sin apenas supervisión parental, según los datos ofrecidos por el III Informe de Prevención del Acoso Escolar en Centros Educativos de la Fundación Anar y la Fundación Mutua Madrileña.
De la percepción de los estudiantes se deduce que el acoso escolar afecta todavía a un 15 de los menores. Otros porcentajes también son relevantes: uno de cada cinco alumnos admite haber podido participar en algún caso de acoso o ciberacoso sin darse cuenta, mientras que, de los casos detectados, casi la mitad no fueron resueltos, e incluso el 17% de los alumnos piensa que el centro no hizo nada por solucionarlo.
Los docentes, por su parte, señalan la falta de recursos (78,8%) y de formación (51%) en el profesorado, así como la dificultad en diferenciar el acoso de otros problemas de convivencia como los retos más importantes a la hora de actuar con contundencia en los centros.
Los tipos de agresión más frecuentes, según el informe Anar, son los insultos, motes o burlas (86,3%); la difusión de rumores (46,9%); los empujones o collejas (45,3%); el aislamiento (44,9%), los golpes y patadas (38%); y las provocaciones 30,9%).
Usemos toda nuestra energía para arrancar de nuevo. Y si algo debemos tener claro es que no vamos a dejar pasar por alto nada que perjudique a nuestra salud mental. Así que tolerancia cero al acoso y al bullying.
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Los datos ponen los pelos de punta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 1.000 millones de personas en el mundo viven