
Después de varias tormentas….que venga ya la calma!
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia
Los trastornos de la alimentación son un problema grave y de difícil manejo en cuanto a su tratamiento. Son frecuentes en niños y, sobre todo, en adolescentes; especialmente en algunas patologías concretas como, por ejemplo, el trastorno evitativo-restrictivo de la ingesta alimentaria. Por sus implicaciones para la salud, son posiblemente de los problemas más graves en la infancia y la adolescencia. Cuando los trastornos alimenticios ocurren en niños de corta edad, están muy relacionados con la aversión a la comida. Se trata esencialmente de aquellas situaciones en las que el menor tiene ciertas “manías” o preferencias relacionadas con la comida.
Un ejemplo sería que no come verduras, o que solo quiere puré. En situaciones más acusadas, por ejemplo, la actitud sería la falta de apetito, no masticar o comer muy lento. A veces, la aversión puede llegar a toda una familia de alimentos, por motivos como su sabor, color o textura.
En función de la edad del niño y de su comportamiento, podemos encontrar muchos tipos de desórdenes alimenticios diferentes. No existe un enfoque o tratamiento único para abordarlos. Los comportamientos que los caracterizan, las señales que los ponen de manifiesto, sus consecuencias sobre la salud y la manera de prevenirlos o tratarlos serán, por lo tanto, muy diferentes en función de cada caso en concreto. Lo primero que hay que hacer ante una señal de alarma es asegurarnos de contar con un buen diagnóstico de un profesional.
Los problemas alimenticios en niños pueden ocasionar un mal desarrollo en la salud, con riesgo de retardo del crecimiento o desnutrición. Frecuentemente, los trastornos alimentarios se acompañan de alteraciones emocionales que comprometen el normal desempeño del individuo en diversas áreas. Los más pequeños pueden sufrirtrastornos alimentarios que conlleven pérdida de peso y retraso en el desarrollo, y muchos, derivan en riesgos a corto o a largo plazo, por lo que detectarlos a tiempo es fundamental para que sigan un correcto desarrollo.
No existe un único factor que pueda actuar como desencadenante, sino que consiste en la interrelación de varios de ellos. Los elementos que más peso pueden tener a la hora de desarrollar estos desordenes son estos:
Es uno de los factores de mayor relevancia. Existen múltiples estudios que demuestran la importancia del entorno familiar y su influencia sobre el desarrollo de los niños. Hay que tener en cuenta ámbitos, como el apego, las relaciones sociales o los patrones alimenticios.
Esto se debe a la correlación que existe, por ejemplo, entre factores emocionales y alimentarios. Así, los niños con baja autoestima, con ansiedad o con estrés, por ejemplo, tienen mayor probabilidad de desarrollar desórdenes alimenticios. Esto explica que los trastornos alimenticios sean mucho más frecuentes en niños con un entorno familiar desestructurado.
La infancia es una etapa en la que los niños aprenden casi todo de sus padres. Por eso, es en los primeros años es cuando debe enseñarse al menor una relación sana y equilibrada con la comida: disponer de unos horarios de comida fijos y constantes o consumir todo tipo de alimentos. Tampoco se debe forzar o coaccionar al niño, hay que guiarles.
El problema aparece cuando se ignoran las señales de hambre o de necesidad emocional del menor. Porque más adelante, podría ser un factor de riesgo que propiciase la aparición de un desorden alimenticio.
También hay que hablar de los elementos inherentes a la personalidad del niño. Por ejemplo, del temperamento, las conductas y las emociones del propio menor. Existen niños más propensos a desarrollar actitudes compulsivas que otros, o a ser más perfeccionistas. Cualquiera de estos aspectos, inherentes a la forma de ser de cada individuo, pueden ser también un factor de riesgo. La timidez, la vergüenza o el aislamiento social son también rasgos relacionados con algunos trastornos alimenticios. Como el autocontrol, la impulsividad o el nivel de actividad.
Los niños en riesgo de padecer un desorden alimenticio comparten rasgos de personalidad similares: mucha ansiedad, perfeccionistas y tendencias obsesivo-compulsivas. También a menudo son objeto de presiones externas, como el acoso escolar, el abuso o el divorcio de los padres. En estos niños, restringir la ingesta de alimentos puede ser una forma de sentir que tienen el control de su vida. Probablemente el inicio de un trastorno alimenticio es la manera que tiene el niño o la niña de expresar que tiene un malestar emocional y que necesita ayuda.
Siempre hay que estar ojo avizor. Y estar muy pendientes y cuidadosos de los hábitos alimentarios y las llamadas de atención de lo niños, que muchas veces, no son nada claras.
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Los datos ponen los pelos de punta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 1.000 millones de personas en el mundo viven