Rúdiger Muñoz Rodríguez

Rúdiger Muñoz Rodríguez

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria son enfermedades mentales graves, que influyen en múltiples aspectos de la vida de la persona afectada. Lo más obvio es su relación con la comida, aunque suele ser solo la consecuencia más visible de lo que pasa. Las causas son muchas y variadas, pero siempre hay un denominador común: la baja autoestima y la tendencia a la perfección. Se calcula que hay más de 70 millones de personas afectadas por TCA en el mundo. Pero si, reflexionamos un poco más nos daremos cuenta de que esta cifra no recoge ni a los familiares y ni a su entorno. Personas que también sufren día a día, de manera indirecta, los trastornos alimenticios. Algunos lo llevan mejor que otros, pero no hemos de olvidar que se pasa mal y, que muchas veces, también necesitan atención profesional. Por eso en ciertas ocasiones la terapia familiar es una aliada en el proceso de tratamiento.

El trato profesional de estos trastornos ha evolucionado mucho. Antes de los años 70 del siglo pasado la psicología se inclinaba en tratar al paciente aislándole de su familia porque se consideraba que era un factor causal o parte importante del trastorno. A partir de esa década la evolución fue directamente a lo contrario: la familia debe tomar parte y ser esencial en la solución.

En 2022, y en adelante, cada día que pasa, el papel de las familias es más relevante en el tratamiento. Es fundamental que contemos con los familiares, parejas y amigos del paciente como personas activas en el proceso terapéutico. Este paso, ya muy arraigado, se ha visto relanzado por la pérdida del miedo a exteriorizar lo que nos pasa. A dejar que la salud mental deje de ser un tema tabú. Y, a la vez, que también la familia y el entorno deje de ser un parachoques, sin más. Todos tenemos derecho a estar mal y a superarlo.

Es esencial que si alguien del entorno del paciente se ve muy afectado por el caso busque ayuda porque cuando los problemas de salud mental se enquistan son mucho más difícil de superarlos. Hay casos de madres y parejas que llevan todo el peso sobre sus hombros. A veces, porque son lo que dan el paso hacia delante, y otras porque es lo que decide la paciente. Sea por lo que sea siempre es más beneficioso si se comparte una terapia. Sobre todo, si para los familiares o entornos supone una carga añadida. En muchas ocasiones no estamos en condiciones de ayudar o no lo hacemos lo mejor que podemos, simplemente porque nosotros no estamos bien o nos sentimos muy afectados por lo que está pasando la víctima en sí. En esos casos, lo mejor es darse cuenta cuanto antes y buscar ayuda porque un problema se puede convertir en dos o en varios.

Cuando el foco de la recuperación no gira solo entorno a la paciente y se incluye a la familia, la terapia se encamina hacia una postura de no culpabilidad. Los familiares de la persona enferma hacen las cosas lo mejor que pueden teniendo en cuenta los recursos con los que cuentan en ese momento y siempre pensando que lo que hacen para intentar ayudar a su familiar enfermo es lo mejor.  Debemos escucharlos con atención y mucha empatía. Tratamos de acompañarlos, de entender lo que pasa, de llegar al fondo del problema. Y desde ahí, podernos centrarnos en las soluciones.

Es importante tener en mente que cuando la familia llega a consulta arrastran un enorme sufrimiento y se encuentran en un momento de máxima desesperación y desesperanza: tenerles en cuenta desde el minuto cero no sólo hará nuestras intervenciones más eficaces, sino que facilitará el vínculo, ya que se sentirán respaldados y ayudados en un momento especialmente crítico para ellos. El cuidado a la familia empieza desde el mismo instante en que les atendemos al teléfono o les recibimos en la sala de espera; un acercamiento con un gesto de comprensión o una sonrisa marcan la diferencia. Y tampoco obviemos el apoyo y el sufrimiento o malestar de personas que no son de la familia pero que son muy importantes para la persona que sufre un TCA. Me refiero a parejas, amigos, compañeros, profesores… Cada persona es un mundo y para llevar una buena recuperación a cabo el traje de la psicología se ha de confeccionar a medida.

 

En CEPC contamos con un grupo psicoeducativo y de apoyo para familiares de personas con trastornos de la conducta alimentaria.

Si lo deseas, puedes solicitar más información en el 605 63 52 52 o en info@cepcpsicologia.es

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