
Después de varias tormentas….que venga ya la calma!
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia
La salud mental y el deporte están íntimamente ligados desde hace miles de años, ya los romanos nos legaron el lema de “mens sana in corpore sano”. No se deben disociar. No obstante, es una corriente relativamente reciente la que pone sobre el tapete que no existen milagros y que la implicación de cada uno de nosotros con nuestra salud mental es un quehacer diario. Y el deporte es un condimento esencial. Esto es ya tan evidente que nadie lo discute y que además forma parte de la vida cotidiana de las personas. Es cierto, que la pandemia, ha hecho mucho por inclinarnos hacia una vida más saludable y la práctica de deportes. Cada uno en su justa medida sin atracones y siendo conscientes de que nuestro cuerpo tiene límites y hay que respetarlos. Lo que no quiere decir que estos se puedan ir superando con cabeza y consejo de profesionales si es preciso. El deporte mejora la condición física de nuestro cuerpo, por lo que la posibilidad de sufrir estrés o ansiedad disminuye.
Si nos adentramos en mundo del deporte profesional la perspectiva no cambia, pero la dedicación y el esfuerzo son mucho mayores. Y cada día que pasa es mucho más normal que estos deportistas cuenten con psicólogos y psiquiatras para poder estar a la altura de las circunstancias y que la situación en la que se desenvuelven nos les desborde. Es en Estados Unidos a principios de los años 70 cuando se forman psicólogos deportivos de cara a los Juegos Olímpicos. Pero la visibilidad de la falta de armonía entre la salud mental y el alto rendimiento es algo más reciente y ha ido llegando poco a poco.
Ídolos del deporte como Simone Biles, Andrés Iniesta, Michael Phelps, Naomi Osaka o André Gomes han roto el espejo de la perfección y han dado un paso hacia adelante para reconocer el bloqueo, la ansiedad y la necesidad de parar y reflexionar ante el exigente y caprichoso mundo de la exposición pública, del peso de las expectativas, del culto al éxito, la presión de las redes sociales y la industria del deporte: patrocinadores, clubes, federaciones, aficionados y medios de comunicación.
También afecta a deportistas de especialidades menos populares. Nos acordamos por ejemplo de Olatz Rodríguez. Ex gimnasta que se retiró de la competición profesional en 2020 tras ser hospitalizada por anorexia. Olatz cuenta en una entrevista: “Yo observaba que bajar peso podía ser algo positivo, por lo que había visto en mi ámbito deportivo como social. Normalmente, cuando ves a alguien y le dices que ha adelgazado, esa persona se alegra, y eso es algo que inconscientemente nos influye, se nos va creando esa idea de que adelgazar quizás sea algo bueno. Yo no me veía capaz de hacer nada, no sabía gestionar ese sentimiento, ese malestar, no era capaz de comprender la realidad. Y traté de evadirme de todo eso dejando de comer”. Esta deportista ha escrito un libro que seguro va a ayudar a muchas personas en una situación similar. En “Vivir del aire” narra la cara oscura del deporte de élite, tejida entre presiones e inseguridades.
Estos héroes están en boca de todos, pero no son robots. Siente y padecen como todos. Son conscientes de tener una responsabilidad enorme, de que tienen detrás una gran masa social. Y eso, a veces, te hace descarrilar o pasarlo mal. La tenista Paula Badosa acaba de declarar que al ser eliminada del torneo de Madrid en segunda ronda lo ha pasado mal porque no sabía cómo manejar las expectativas de sus seguidores.
Muchos psicólogos y psiquiatras piensan que los deportistas de primer nivel quedan expuestos a un estrés crónico muy alto que, mantenido durante el tiempo, acaba produciendo el síndrome del “burnout”, de estar quemado. Es entonces cuando hay que recurrir al freno de mano, parar y reflexionar. Y en ese punto, la consulta con especialistas es esencial. Un atrevimiento necesario, que desorbita la opinión pública y sensibiliza la respuesta de la gente.
Por eso es clave trabajar en la prevención, teniendo en cuenta que la trayectoria de la mayoría de deportistas empieza en la adolescencia, cuando no en la infancia. La psicología y la psiquiatría aplicada al deporte se encuentran en los programas de muchas federaciones deportivas y en muchos países, sobre todo cuando se trata de Juegos Olímpicos o eventos mundiales. Ahora se está generalizando en el deporte de base. En España el plan ADO (Asociación de Deportes Olímpicos) ya lo incluye y muchos clubes están preparados para trabajar en patologías que son casi iguales a las de la población en general pero que resultan un estigma en referentes más conocidos, a los que se considera seres infalibles. Y esto es difícil de gestionar.
La declaración pública del deportista revelando lo que padece es el titular que cruje en las noticias, se produce en un porcentaje todavía mínimo y siempre es la consecuencia última de un proceso largo, que empieza a incubarse mucho antes. Algunas señales son la alternación conductual y del rendimiento.
Los primeros síntomas llegan cuando el deportista empieza a fallar en la ejecución y su rendimiento ya no es el mismo. Suele coincidir que la actitud tampoco también ha cambiado y se vean gestos de frustración. Cuando se identifica, se trabaja desde tres objetivos: La concentración, la motivación y la confianza en uno mismo. Se debe prevenir en la personalidad de cada uno y cultivar la preparación ante el entorno estresante para poder competir con mayor relajación.
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Los datos ponen los pelos de punta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 1.000 millones de personas en el mundo viven