
Después de varias tormentas….que venga ya la calma!
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia
Día a día vamos teniendo la sensación de que nuestra relación con la pandemia que vivimos es más sostenible o quizás nos sentimos algo más protegidos tras ver que la vacunación está siendo altamente efectiva. Empezamos a tener más perspectiva sobre sus secuelas y podemos adentrarnos en sus consecuencias, directas o indirectas.
Por una parte, una investigación de las Facultades de Medicina y de Ciencias Públicas de la Universidad de Minnesota revela que la Covid-19 tiene correlaciones directas con conductas alimentarias poco saludables. Según este estudio lo más preocupante indica que la pandemia contribuye a un ligero aumento o la reaparición de los trastornos alimentarios. Trastornos que acaban con la vida de aproximadamente 10.000 personas cada año. Por otra, algunas de mis pacientes corroboran que su día a día se ha visto afectado.
La pandemia de COVID-19 ha supuesto en la implementación de políticas de salud pública para reducir la transmisión del virus. Si bien estas protecciones han sido y son necesarias, las interrupciones de la vida diaria asociadas con la pandemia han tenido en algunos casos consecuencias negativas importantes para el riesgo de trastornos alimentarios. No hay que olvidar que estos, tienen según la Organización Mundial de la Salud, una de las tasas de mortalidad más altas en todos los problemas de salud psiquiátrica. Ha sido importante establecer vínculos entre las consecuencias de la pandemia y los trastornos alimentarios.
El estudio se adentra en comprender las posibles asociaciones entre el estrés, la angustia psicológica, las dificultades financieras y los cambios en las conductas alimentarias durante la pandemia de COVID-19 mediante el análisis de datos tanto cualitativos como cuantitativos. Los resultados han puesto sobre la mesa seis temas clave de cambios en la conducta alimentaria: comer y picar sin sentido; aumento del consumo de alimentos; disminución generalizada del apetito o ingesta dietética; comer para hacer frente a la situación; reducciones de la ingesta alimentaria relacionadas con la pandemia; y un resurgimiento o un marcado aumento de los síntomas del trastorno alimentario.
Aproximadamente el 8% de las personas estudiadas informaron comportamientos de control de peso extremadamente poco saludables, el 53% reportaron comportamientos de control de peso menos saludables y el 14% vivieron episodios de atracones. El estudio reveló que estos resultados se asociaron significativamente con un peor manejo del estrés y mayores síntomas depresivos.
Se ha prestado mucha atención a la obesidad y su conexión con la COVID-19, según el informe. También es importante remarcar la gran cantidad de personas que han estado involucradas en trastornos alimentarios y están en riesgo de sufrirlos durante y después de la pandemia.
Otra de las puntualizaciones de este estudio es que las dificultades financieras moderadas o graves pueden estar relacionadas con conductas alimentarias desordenadas. Es primordial que las intervenciones preventivas de los trastornos alimentarios y los esfuerzos de tratamiento sean asequibles, de fácil acceso y ampliamente difundidos entre quienes corren un mayor riesgo. Y incide en la idea de que las intervenciones basadas en dispositivos móviles y redes sociales pueden resultar modos efectivos y accesibles para los esfuerzos de intervención específicos.
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Los datos ponen los pelos de punta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 1.000 millones de personas en el mundo viven