
Después de varias tormentas….que venga ya la calma!
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia
No puedo dejar de pensar en Ucrania. En la atrocidad que se está cometiendo y en la impotencia que me asiste. Sé que no soy el único. Y por eso aprovecho este espacio para denunciar tal brutalidad. En pleno siglo XXI. Aunque no vamos a ser naíf, porque las guerras nunca han dejado de existir. Pero cuando nos roza la piel la erupción estalla.
Tampoco nos vamos a desviar de lo que nos ocupa: la salud mental. Hasta ahora nos hemos enfocado en varias formas distintas de manifestarse. Pero, la ocasión nos llama y no podemos obviar el daño destructivo que causa la guerra. Y lo peor de todo, si se sobrevive, son las secuelas mentales. Son devastadoras, desgarradoras y se graban en el cerebro con raíces profundas. Lo único bueno, si hay algo, es que se pueden tratar y requieren como en muchos otros casos, tiempo y comprensión. Y, sobre todo, no aparcarlo en el inconsciente.
Viendo la televisión me ha sorprendido la ferocidad de una invasión que responde al capricho de un villano del siglo XXI y la cantidad de ucranianos que hablan muy bien español. En nuestro país viven unos 115.000 ucranianos. Y en total son unos 44 millones, casi como la población española 47. Millones de personas que han visto como su vida se ha visto bombardeada literalmente. Asistimos de nuevo a una guerra fratricida. El mayor éxodo vivido en 75 años. Más de dos millones de refugiados, la mitad niños, y otros dos millones de desplazados dentro de la propia Ucrania.
Las consecuencias de la guerra en las emociones y en la salud mental ya están aquí. Madres ucranianas dicen como ven como sus hijos juegan a la guerra simulando disparos con el sonido y con un peluche en la mano. Familias rotas, separadas. Hombres, a veces, adolescentes, yendo a la guerra y la mayoría de las mujeres y ancianos intentando ponerse a salvo.
Los trastornos de conducta y cambios de personalidad de todos los involucrados ya comienzan a incubarse. Miedo y trauma. Para hacernos una idea nos vamos a fijar en las secuelas mentales que la guerra dejó sobre la población civil en la última guerra de los Balcanes. El 45% sufrió trastornos como pánico, agorafobia, hipomanía, depresión y trastornos obsesivo-compulsivos. Así lo confirma uno de los pocos estudios que valoraron el impacto de un conflicto bélico en la salud mental de quienes lo viven, realizado por varias universidades internacionales.
Los trastornos del humor o afectivos también surgen significativamente, por ejemplo: depresión, distimia (ánimo melancólico), hipomanía (alteraciones del ánimo) o manía.
Todos somos vulnerables, sin embargo, los niños y adolescentes pueden vivir peores consecuencias en medio de estos conflictos. Se evidenciaron síntomas regresivos, conductuales y cognitivos, como enuresis, miedo, tristeza, agresión, hiperactividad e inatención, entre otros.
La guerra nos destruye a todos: invasores e invadidos. Y tampoco nos escapamos los impávidos observadores a los que el asombro y la impotencia nos ha hecho abrir los ojos como platos.
Solidaridad, y más aún, compromiso y acción. Cada uno como pueda. Aunque sea con el pensamiento.
Vamos a empezar el 2023 con los deseos de que este sea el año de la calma, de la reflexión, de luchar por aquello que
Los datos ponen los pelos de punta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 1.000 millones de personas en el mundo viven