Cuando mi Hijo/a me dice -“Quiero quitarme unos kilos”

Carolina es una adolescente de 15 años que con motivación y firmeza, se propuso perder unos kilos “de más”. Todos los días se miraba al espejo y se ponía triste…cada vez más triste. Un día, descubrió en una revista que su modelo favorita comía dos veces al día. Por este motivo, decidió reducir sus comidas y quitar algunos alimentos que consideraba malos. Debido a ello empezó a adelgazar de una manera rápida y, aparentemente, sencilla. Hasta que finalmente, se había adentrado en el peligroso juego de no comer para estar más delgada, juego que empezó a difuminar su vida….

Como podemos leer en esta viñeta, la alimentación y la mente nos puede llevar a finales tristes. La alimentación es un pilar fundamental de nuestra vida, de nuestra salud, de nuestras relaciones sociales y, por supuesto, de nuestra mente.

Adelgazar a simple vista parece muy sencillo: se reducen las calorías con una dieta o se come menos y, de esta manera, obtenemos el objetivo. Pero en este camino, podemos andar de manera adecuada o podemos tropezarnos e incluso desviarnos. Nos vamos a plantear pues dos vías:

El primer camino sin obstáculos tendría que ver con la posibilidad de perder peso de una manera justificada (obesidad, problemas analíticos, funcionales, cardiovasculares…). En este caso, lo recomendable sería acudir con nuestro hijo/a a la consulta de un nutricionista, el cual le ofrecerá las herramientas apropiadas para lograr ajustar su peso. De esta forma garantizamos una mejora en su salud y una adecuada educación nutricional.

El otro camino consistiría en conseguir los mismos objetivos que el anterior, pero de manera autónoma, por su cuenta. Al no tener un soporte profesional, esta opción le puede llevar a unos resultados insatisfactorios incluso a pensamientos frustrantes y obsesivos basados en mitos alimentarios. Algunos de los factores que arrojan a este camino equivocado son:

  • El control. Es sinónimo de la restricción y posible origen de conductas de atracón y ansiedad por ciertas comidas o alimentos.
  • La preocupación inquebrantable de qué debo comer hoy, y la rumiación constante acerca de la comida. Esta se canaliza a través del rechazo, el miedo, la angustia y el enfado hacia ciertos alimentos y los que la rodean.
  • El catálogo de los alimentos malos o buenos. Infinitas listas de alimentos prohibidos y alimentos permitidos, que les puede llevar a una rigidez mental y un pensamiento de “este es bueno, este otro no”. En el caso de padecer una patología, alergia o intolerancia, deberemos de prescindir de aquellos alimentos que les afecten (siempre bajo supervisión y consejo especializado). Si no es el caso, todos los alimentos están permitidos, únicamente, se deben ajustar las proporciones.

 

En ocasiones, y ante el difícil manejo que puede suponer este tipo de situaciones con nuestros hijos/as, será imprescindible la ayuda de un equipo multidisciplinar, fundamentado en la labor conjunta de profesionales de la  Psicología, Psiquiatría y  Nutrición,  con el objetivo de acompañarles (y acompañaros) en el camino adecuado y conseguir un equilibrio psicológico. nutricional y social. 

 

Irati Matas Tur. Nutricionista Col. IB00219. Especializada en Trastornos de la Conducta Alimentaria y Obesidad. Nutricionista Deportiva y Triatleta. Colaboradora CEPC Madrid. 

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