¿Cómo afrontar la alfabetización digital?

Rúdiger Muñoz Rodríguez

Rúdiger Muñoz Rodríguez

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Infancia y Adolescencia

Vivimos en un mundo en el que la tecnología nos envuelve cada día más. Hoy en día ya no podríamos concebir nuestras vidas sin un teléfono móvil, inteligente, por supuesto. Cada uno en su justa medida mantiene una relación de amor-odio con la compañía-dependencia de internet. Esta nueva era tecnológica tiene sus pros y sus contras. ¿Dónde están los límites? Pues hay que tejerlos. Pero siempre hay que tener en cuenta que seamos nosotros los que llevemos las riendas. Que esta relación del siglo XXI no nos haga perder los estribos. Hay que conseguir que nos aporte y no que nos reste. Está muy bien tener la ventana abierta al mundo, pero no podemos dejar que todo el mundo entre por nuestra ventana.

Este difícil equilibrio del que hablamos es como una buena lección de esgrima: siempre hay que estar en guardia. Los adultos tenemos más bagaje, experiencia, conocimiento y sentido del peligro que los más jóvenes. Lo que supone que cuando de adolescentes se trata hay que tener en cuenta mucho más el cómo abordamos el tema de la tecnología. No podemos negarla y ni dejar que remolonee a su antojo por dondequiera. Y tampoco pasemos por alto que la generación Z (nacidos desde el 2000) han nacido en plena era digital. Por eso se aconseja que debemos empezar desde la edad temprana con una estrategia planificada y, si se puede, consultada y asesorada por profesionales para conseguir que nuestros menores absorban todo lo bueno y sepan esquivar lo malo o lo que no les convenga.

Jordan Shapiro el estadounidense experto en alfabetización digital en su afamado libro “La nueva infancia: criar a los niños para que prosperen en un mundo conectado” se inclina por enseñar a usar pronto la tecnología para prevenir su mala utilización. El escritor se decanta por: “Hay que darle un móvil a un niño antes de los 13 años, cuando todavía se deja aconsejar”. En general, los padres dan por primera vez un smartphone a sus hijos sobre los 13 años. Me parece -comenta el escritor- el peor momento posible. Todo lo relacionado con la apariencia, la popularidad… ¡está en el móvil! ¿Te crees que tu hijo la primera vez que lo ve es a los 13? Hay que hacerlo antes, cuando todavía puedes darles pautas, consejos saludables. A los siete o nueve años un hijo dice: “Sí mamá, sí papá, hago lo que me digas”. Pero a los trece  te dice: “No sabes de lo que hablas”. No digo que el niño tenga un Instagram con tres años -continúa- , pero hay que enseñarles pronto.

La mayoría de la tecnología no existía cuando éramos pequeños y nadie sabe cómo hablar de ella.  Pero no entiendo que haya que mantener una forma en la que se lee y escribe de hace 100 años y no adaptarla al momento actual. Es una locura. Se nos olvida que parte de la educación es aprender a sociabilizar, a vivir en el contexto que nos ha tocado. En el aula te enseñan a estar callado, a prestar atención a la clase, pero te tienen que enseñar también a regular el uso de las tecnologías. A veces les digo a mis alumnos que cojan el teléfono para aprender una palabra, para que sepan usarlo de una manera apropiada. ¿Que uno va a mirar Instagram? Por supuesto, pero no es un problema de la tecnología, sino de la falta de atención. Shapiro apuesta por el acompañamiento en el aprendizaje de la tecnología para que juntos, padres e hijos, se puedan encauzar en los buenos hábitos y prevenir de los malos.

Por otro lado, están los padres y expertos que apuesta por otro enfoque diferente. La evidencia científica, según estos, hasta hoy es contundente en cero pantallas antes de los dos años: “Desde la psicología evolutiva, se pide al menos una moratoria completa los dos primeros años de vida, nada de exposición”, afirma el Departamento de Didáctica e Investigación Educativa de la Universidad de La Laguna. A partir de ahí, la preferencia es por poca pantalla hasta los seis o siete años, y siempre con contenido adaptado a su edad y bajo control parental. Este lado de la moneda apuesta por tratar de suprimir el consumo en casa. Los padres tienen que estar alineados y además han de predicar con el ejemplo: no usar pantallas en presencia de los niños.

Sea cual sea el camino que se elija hay quien se inclina por servirse de aplicaciones para controlar qué ven y dónde están los hijos. Pues según expertos en la materia, esta tecnología es un arma de doble filo. Podrían estar cediendo a las empresas sus datos y los de sus hijos. Las aplicaciones son eficaces, pero no transparentes en cesión y venta de datos. Casi la mitad de las familias utiliza una de estas herramientas. (Delimitación de tiempo, filtración de páginas, localización a distancia de los menores, o monitorización de lo que están viendo). Si se utilizan con adolescentes hay que advertirles siempre. Sería una intromisión ilegítima en la intimidad del menor. Aconsejan empezar con la educación digital en la infancia para mantener una confianza familiar sin filtros.

Una vez más lo correcto está en el equilibrio y, sobre todo, en estar informados y cercanos.

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